Queridos padres que tenéis hijos e hijas en edad escolar:
Es posible que el solo hecho de dirigiros esta carta os ponga en guardia. En realidad son tantos los que hablan de la educación de vuestros hijos sin contar con vosotros, que es natural que estéis un tanto “escaldados”, como decimos en nuestra tierra. No obstante, me atrevo a escribiros, y lo hago consciente de que sería una irresponsabilidad no deciros lo que pienso, por si os ayuda en vuestra decisión. Sé que me estoy dirigiendo a los únicos que de verdad deben de tener en sus manos la educación de los hijos: vuestra responsabilidad prevalece sobre cualquier otra. Los gobiernos tienen su función, quizás los partidos políticos la suya, la Iglesia también tiene mucho que hacer y decir, pero los unos y los otros nada podemos hacer sin vosotros. Sería una usurpación de un derecho fundamental. Deben de ser vuestras opiniones, sin que se impongan unas sobre otras, sino todas, las que más cuenten a la hora de tomar decisiones sobre los diversos aspectos que afecten a la educación de vuestros hijos.
Yo me atrevo a escribiros porque, según la estadística, la única encuesta real y ajena a intereses y presiones del momento, en torno a un 75% de vosotros matriculáis a vuestros hijos e hijas en la clase de religión en Educación Infantil, en Primaria y en ESO en nuestra diócesis de Plasencia, de la que soy el Obispo, como sabéis. Y os escribo acerca de cierta polémica con la clase de religión, desatada en torno a la próxima Ley de Educación; pero también lo hago para animaros una vez más a seguir matriculando a vuestros hijos para el próximo curso. Empezaré diciéndoos algo de la LOMCE. Ante todo os aconsejo que estéis muy atentos a lo que se diga en esta nueva Ley de Educación, porque en ella se contemplan aspectos muy importantes, que tendrán una influencia decisiva en una educación de calidad para vuestros hijos, de los que la asignatura de religión es sólo uno de ellos. En cualquier caso, no es mi intención defender ninguna ley en su totalidad, porque seguro que también ésta tiene cosas mejorables, que seguramente cambiarán o se matizarán en el camino de su tramitación.
Pero sí tengo que decir que esta ley resuelve una injusticia y una discriminación: la de la clase de religión, que hasta ahora ha estado infravalorada en la escuela. No obstante, tenéis que saber que esta mejora no ha sido impuesta por la Iglesia, como se dice por ahí. ¡En cabeza de quien cabe! Lo que legisle la LOMCE en torno a este asunto no es ninguna imposición de nadie; lo que sí se impone es el buen sentido, y además se tiene en cuenta vuestro derecho, muy bien recogido, por cierto, en el artículo 27 de la Constitución Española.
Si vosotros pedís la clase de religión para vuestros hijos e hijas es porque consideráis que con ella, con el conjunto de conocimientos que en ella se reciben, se enriquece y complementa su formación cultural: la religión es historia, es arte, es valores, es interpretación de la realidad en todas sus expresiones, y es, sobre todo, una clave fundamental para encontrar criterios con los que valorar e interpretar no sólo los contenidos escolares sino hasta la propia vida. La religión, al haberse conformado a lo largo de los siglos con la cultura, marca el horizonte de toda la visión que el ser humano necesita para su vivir personal y social. Sin la religión, se quiera o no, no se puede interpretar el mundo en el que vivimos. Por eso, como vuestros hijos son católicos, vosotros queréis que entiendan las demás materias con una visión que no sea ni indiferente ni ajena a sus convicciones religiosas. No buscáis que los inicien en la vida cristiana; eso se hace en la catequesis parroquial. En la escuela se enseña religión con un criterio cultural, pero no se puede hacer abstracción de la condición de católicos de los alumnos. Hay que enseñar Religión Católica y por profesores católicos.
Os voy a poner un ejemplo que quizás os pueda ayudar a entender lo que os acabo de decir: yo soy de Olivenza, una preciosa ciudad de la raya con Portugal, que fue parte de aquel país hasta el año 1801. En su configuración urbanística, en sus monumentos, en los materiales utilizados en su construcción, en sus fortalezas, en sus murallas y hasta en su acento y vocabulario, todo requiere pensar en Portugal. Sin la historia de ese país no se puede transitar por ella con seguridad cultural. Pues bien, salvando la diferencia, si aplicamos eso mismo a la religión católica, hay que peguntarse: ¿Cómo vamos a entender nuestra cultura ambiental sin conocer la religión católica como un elemento cultural que la configura? Eso haría analfabetos y, lo que es peor, haría a las próximas generaciones muy vulnerables. ¿No será eso lo que a veces se busca? Necesitamos los datos culturales y morales de la religión católica para entender el mundo en el que vivimos. ¿Por qué entonces tanta hostilidad por parte de algunos a la aportación de la religión católica, fuente de los valores y los derechos más esenciales, en la formación de los ciudadanos del futuro?
Dicho todo esto, si se admite, como es vuestro caso, que la Religión enriquece la formación humana de vuestro hijos y es una aportación necesaria para su cultura, es evidente que, si es materia escolar, lo tiene que ser con todas las consecuencias. Lo que no puede ser es que esté entre las demás materiales de la escuela sólo por una concesión “paternalista” y sin ser valorada como materia académica. Es evidente que no se puede imponer a nadie y, por tanto, necesariamente ha de ser voluntaria; pero los niños que asistan a la clase de religión han de ver que por parte de sus profesores, de sus centros y de la misma administración, la materia que estudian ha de ser tomada en serio. Y eso sólo sucede cuando tiene el mismo tratamiento en su valoración que las demás. En la educación la evaluación es algo necesario y de un alto valor pedagógico.
Por la responsabilidad que tenéis en la educación de vuestros hijos, permitidme que os anime a hacer un seguimiento cercano a la encomiable labor de la escuela. Y, como no podía ser de otro modo, también os escribo esta carta para animaros a seguir adelante y para que en el próximo curso apuntéis a vuestros hijos a la clase de religión. Es una asignatura apasionante.
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia
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