viernes, 18 de abril de 2014

Viernes Santo...

El Viernes Santo es el día de la Muerte de Jesús.

Iglesia de El Salvador, donde tuvo lugar la celebración
El Jueves, Jesús tomaba pan en sus manos y decía: "Es mi cuerpo que se entrega"; cogía vino en una copa y decía, "Es mi sangre que se derrama". El cuerpo que se entrega, la sangre que se derrama... ¿para qué? para el perdón de los pecados. El cuerpo de Cristo se entrega y la sangre de Cristo se derrama para el perdón de nuestros pecados, tanto sufrimiento de Jesús, tanto dolor, por la profundidad que tiene el pecado.



La traición del amigo más amigo, de quien no se lo espera uno, eso es el pecado. Ha cogido Jesús y se ha acercado a cada uno de nosotros, y le ha lavado los pies a cada uno, cogiendo de cada uno nuestra pobreza, porque nosotros, desde el pecado de Adán, somos tremendamente pobres. 


La primera pobreza que vemos es la pobreza material, el que no tiene para comer, para cuadernos, para vestirse...., es la que más se ve. Toda pobreza material hace daño, el Papa insiste en el uso que hacemos de los bienes que tenemos, ¿qué haces tú con las cosas que tienes?

Pero también hay una segunda pobreza, la pobreza moral, que es el pecado, la ofensa, el desprecio, el abandono, las injusticias, los atentados contra la vida, contra la persona, .... en el fondo somos muy pobres moralmente, esa pobreza se ve un poquito menos, ya procuramos nosotros disimularla, que no se note, que no se vea.

Y hay otra pobreza, la más profunda, la que menos se ve, la espiritual, el abandono de Dios, el que se cierre la luz de la fe. Toda esa pobreza espiritual es la que nos hace más daño ante Dios, que sufra Dios mucho más, porque es el no querer ser amigo de Dios. Dios nos da la mano y nosotros le decimos que no queremos. Esta es nuestra sociedad: Dios te brinda la mano y no te interesa, prefieres tu felicidad pequeña.



El Señor en esta celebración lo que hace es entregar su cuerpo ya en la cruz, derrama su sangre ya en la cruz, por nuestros pecados. 

Se recordó que la colecta de este día va a Jerusalén, a la Iglesia madre, donde murió Jesús, y donde los cristianos de hoy se ven perseguidos.

Terminamos la celebración adorando la Cruz de Jesucristo, dándole gracias por el don de su Iglesia y el inmenso amor que nos tiene.



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